A las seis de la tarde, cuando se empieza a insinuar el suave crepúsculo del día que ha pasado, lentamente y en compañía de la fina vajilla de porcelana, pasan a la mesa los recuerdos con aroma a veranos añejos.
Un poco de leche, dos cucharadas de azúcar al Parkinson, Tres tazas de Altzeirmer y una pizca de incoherencia, son los ingredientes principales para aliñar el tesito con mandarina tambaleantemente sostenido por aquellas artríticas manos maltratadas por los años que reflejan el sudor del ayer olvidado en algún lugar entre la menopausia y el patio.
Vestidas con sus trajes de naftalina y apenas cargando sus alhajas mas preciadas comienza la sagrada reunión del olvido, festín blancoamarillento de ajados recuerdos que al compás del marcapasos celebran otro día más de aburrida ancianidad...
Bajo este parrón, anfitrión acogedor que día a día escucha las débiles palabras de las que sin darse cuenta esperan la muerte, se desvanecerán las cansadas almas que luego serán solo cenizas, cenizas de cambio, cenizas de muerte, cenizas desde donde alguna vez surgió la vida,
Muy fino amigo: Principio las líneas de esta misiva para agradecerle su visita...recibimos tan pocas!..pero en fin, no debo quejarme, antes bien agradezco a Dios por tantos y tantos años de vida que me ha otorgado. Cumplí ya seis años en este asilo donde por mi propia voluntad me he confinado. He conocido en esta larga estancia a muchos viejos y muchas ancianitas y aunque sabemos que nuestra estancia en este mundo es ya corta, eso no ha impedido que hayamos llegado a estimarnos y extrañar a los que se van yendo; el día que hay una defunción se respira aquí un silencio impresionante. Mi estancia en el mundo exterior era ya insostenible; creo que fue un error el haber invitado a mi hijo y su familia a vivir en mi casa cuando enviude... Pero me apenaba que él, a pesar de frisar ya en los cuarenta, no tenía un ingreso fijo y mis nietos corrían el mismo peligro que él, de quedarse sin estudiar... Por otra parte, mi nuera se había comportado con respeto hacia mí, por lo que decidí ayudarlos: me decía: "Tal vez sea lo último que haga en mi vida"... Cuando ellos hubieron tomado posesión de la casa, poco a poco fui perdiendo terreno, les molestaba que yo oyera mis canciones antiguas, e iban hacia mi consola y sin ninguna explicación las cambiaban por canciones modernas que sencillamente no aguanto, pero que ellos preferían... Poco a poco, fueron desapareciendo los retratos de mis padres, mi esposa, los de los niños de mis hijos e incluso los míos. Les molestaba mi incipiente sordera la cual no me impedía oírlos cuchichear que yo era un viejo desaseado y latoso y se lamentaban de que no me muriera pronto... Me parecieron injustificados los calificativos sobre mi persona, ya que si algo bueno tengo es ser pulcro y no tratar de molestar a nadie. Mi pensión y el modesto capital que logré acumular me permitían antes de que ellos llegaran, tener la alacena y el refrigerador bien surtidos, pero ya instalados ellos en la casa, apenas si me dejaban algo de comer y eso con malas caras cuando yo consumía lo que había adquirido con mi dinero. Varios años pasé así y aunque a veces estaba a punto de estallar los disculpaba arguyendo que eran parte de mi propia sangre... No obstante mi sufrimiento logré que mis nietos obtuvieran un título, pero no logré que fueran, sino agradecidos, siquiera respetuosos conmigo. En los últimos tiempos habitaba yo el cuarto de servicio, fuera de la casa, lugar que me había destinado mi nuera... En virtud de que difícilmente podía caminar para ir al banco a cobrar mi pensión o los retiros de dinero que yo necesitaba, les pedía a ellos ya fuera que me acompañaran o les pedía que me cambiaran algún cheque; porque me acompañaban, tenía que pagarles, y de los cheques, me entregaban siempre cantidades menores a las retiradas. El fracaso personal y la debilidad de carácter de mi hijo ...
...convirtió a aquella familia en un matriarcado. En una ocasión en que me enfrenté a esa mujer y le reclamé su actitud y su injusticia e incluso la amenacé con lanzarla de la casa en compañía de sus hijos, me respondió que la propietaria de la casa era ella y que el que tenía que largarse era yo... Mi hijo me rogó que no ingresara al asilo y a pesar de que incluso débilmente me defendió ante ella, el estuvo también en peligro de ser lanzado igual que yo de esta morada que yo construí con el trabajo de los mejores años de mi juventud... Estoy tranquilo; se me trata bien. Me apena y me inquieta únicamente el que yo no pueda proyectar algo para el mañana porque la organización de la institución está a cargo de las autoridades de la misma... Aquí es uno completamente dependiente y aún cuando la mayoría de los internos somos seniles y nuestro cerebro ya no tiene capacidad de un juicio claro, algunos que como yo -perdonando un juicio presuntuoso- tenemos aún la mente lúcida, sufrimos porque nos tratan a todos igual y no se toman en cuenta algunas opiniones sobre modificaciones y mejoras al sistema, que en ocasiones respetuosamente sugerimos. Ocasionalmente, más por interés que por amor viene a visitarme mi hijo y siempre lo ayudo; sin embargo, he hecho las diligencias necesarias para que el día que el Señor me llame, que creo que ya será pronto, mi modesto capita y mi casa, pasen a poder del fideicomiso que maneja este asilo, donde yo y muchos como yo hemos venido a vivir en paz, a refugiarnos, en los últimos días de la vida. No es una venganza contra mi nuera, es solamente un acto de justicia póstumo y para mi hijo, que ya comienza a enfilar por el escabroso camino de la vejez, es la enseñanza de que ya es tiempo de que pueda valerse por sí mismo y hacerse un hombre de carácter... Y a usted, que ha tenido la gentileza de leer esta carta, les pido que les de una ayuda a los ancianos de este asilo que necesitan de ella y que están muy solos en el mundo...
A las seis de la tarde, cuando se empieza a insinuar el
ResponderEliminarsuave crepúsculo del día que ha pasado,
lentamente y en compañía de la fina vajilla de porcelana,
pasan a la mesa los recuerdos con aroma a veranos añejos.
Un poco de leche, dos cucharadas de azúcar al Parkinson,
Tres tazas de Altzeirmer y una pizca de incoherencia,
son los ingredientes principales
para aliñar el tesito con mandarina
tambaleantemente sostenido por aquellas
artríticas manos maltratadas por los años
que reflejan el sudor del ayer olvidado en
algún lugar entre la menopausia y el patio.
Vestidas con sus trajes de naftalina
y apenas cargando sus alhajas mas preciadas
comienza la sagrada reunión del olvido,
festín blancoamarillento de ajados recuerdos
que al compás del marcapasos celebran otro día más de
aburrida ancianidad...
Bajo este parrón,
anfitrión acogedor que día a día escucha
las débiles palabras de las que sin darse cuenta
esperan la muerte, se desvanecerán las cansadas almas que luego serán
solo cenizas,
cenizas de cambio,
cenizas de muerte,
cenizas desde donde alguna vez
surgió la vida,
cenizas invitadas a tomar once por el viento...
/watch?v=d6FsiHczNfo
ResponderEliminarMuy fino amigo:
ResponderEliminarPrincipio las líneas de esta misiva
para agradecerle su visita...recibimos
tan pocas!..pero en fin, no debo
quejarme, antes bien agradezco a Dios
por tantos y tantos años de vida que me
ha otorgado. Cumplí ya seis años en este
asilo donde por mi propia
voluntad me he confinado.
He conocido en esta larga estancia a
muchos viejos y muchas ancianitas y aunque
sabemos que nuestra estancia
en este mundo es ya corta,
eso no ha impedido que hayamos
llegado a estimarnos y extrañar
a los que se van yendo;
el día que hay una defunción se
respira aquí un silencio impresionante.
Mi estancia en el mundo exterior era ya
insostenible; creo que fue un error el
haber invitado a mi hijo y su familia
a vivir en mi casa cuando enviude...
Pero me apenaba que él, a pesar de frisar
ya en los cuarenta, no tenía un ingreso
fijo y mis nietos corrían el
mismo peligro que él, de quedarse sin estudiar...
Por otra parte, mi nuera se había comportado
con respeto hacia mí, por lo que decidí
ayudarlos: me decía: "Tal vez
sea lo último que haga en mi vida"...
Cuando ellos hubieron tomado posesión de
la casa, poco a poco fui perdiendo terreno,
les molestaba que yo oyera mis
canciones antiguas, e iban hacia mi consola
y sin ninguna explicación las cambiaban
por canciones modernas que
sencillamente no aguanto, pero que ellos preferían...
Poco a poco, fueron desapareciendo los retratos de mis
padres, mi esposa, los de los niños de mis hijos e incluso
los míos.
Les molestaba mi incipiente sordera la cual no me impedía
oírlos cuchichear que yo era un viejo desaseado y latoso
y se lamentaban de que no me muriera pronto...
Me parecieron injustificados los calificativos sobre mi
persona, ya que si algo bueno tengo es ser pulcro y no
tratar de molestar a nadie.
Mi pensión y el modesto capital que logré acumular me
permitían antes de que ellos llegaran, tener la alacena y
el refrigerador bien surtidos, pero ya instalados ellos
en la casa, apenas si me dejaban algo de comer y eso con
malas caras cuando yo consumía lo que había
adquirido con mi dinero.
Varios años pasé así y aunque a veces estaba a punto de
estallar los disculpaba arguyendo que eran parte de mi
propia sangre...
No obstante mi sufrimiento logré que mis nietos obtuvieran
un título, pero no logré que fueran, sino agradecidos,
siquiera respetuosos conmigo.
En los últimos tiempos habitaba yo el cuarto de servicio,
fuera de la casa, lugar que me había destinado mi nuera...
En virtud de que difícilmente podía caminar para ir al
banco a cobrar mi pensión o los retiros de dinero que yo
necesitaba, les pedía a ellos ya fuera que me acompañaran
o les pedía que me cambiaran algún cheque; porque me
acompañaban, tenía que pagarles, y de los cheques, me
entregaban siempre cantidades menores a las retiradas.
El fracaso personal y la debilidad de carácter de mi hijo
...
...convirtió a aquella familia en un matriarcado.
ResponderEliminarEn una ocasión en que me enfrenté
a esa mujer y le reclamé su actitud y su
injusticia e incluso la amenacé con lanzarla
de la casa en compañía de sus hijos, me respondió
que la propietaria de la casa era ella y que
el que tenía que largarse era yo...
Mi hijo me rogó que no ingresara al asilo y
a pesar de que incluso débilmente me
defendió ante ella, el estuvo también
en peligro de ser lanzado igual que yo de
esta morada que yo construí con el trabajo
de los mejores años de mi juventud...
Estoy tranquilo; se me trata bien. Me apena
y me inquieta únicamente el que yo no
pueda proyectar algo para el mañana
porque la organización de la institución
está a cargo de las autoridades de la misma...
Aquí es uno completamente dependiente y
aún cuando la mayoría de los internos
somos seniles y nuestro cerebro
ya no tiene capacidad de un juicio claro,
algunos que como yo -perdonando un juicio
presuntuoso- tenemos aún la mente
lúcida, sufrimos porque nos tratan a todos
igual y no se toman en cuenta algunas opiniones
sobre modificaciones y mejoras al sistema,
que en ocasiones respetuosamente sugerimos.
Ocasionalmente, más por interés que por
amor viene a visitarme mi hijo y siempre
lo ayudo; sin embargo, he hecho
las diligencias necesarias para que el
día que el Señor me llame, que creo que ya
será pronto, mi modesto capita y mi
casa, pasen a poder del fideicomiso que
maneja este asilo, donde yo y muchos como
yo hemos venido a vivir en paz, a refugiarnos,
en los últimos días de la vida.
No es una venganza contra mi nuera, es
solamente un acto de justicia póstumo y
para mi hijo, que ya comienza a
enfilar por el escabroso camino de la vejez,
es la enseñanza de que ya es tiempo de que
pueda valerse por sí
mismo y hacerse un hombre de carácter...
Y a usted, que ha tenido la gentileza de
leer esta carta, les pido que les de una
ayuda a los ancianos de este asilo
que necesitan de ella y que están muy
solos en el mundo...